No podía ser tan cliché. Cual parodia yankee, nada mejor para matar el clímax que un grupo de punks de lo más rudos, muertos de la risa por la escena cursi, cantándonos a gritos desde la otra vereda: "¡Perdóname... perdóname...!"
Broche de oro es quedarse corto.
(Cuento breve que había escrito para el concurso de "Ciudad Propia" pero que se me olvidó mandar... en fin. Anécdota real que nos pasó con Pancho aquel día... la tomé prestada, je... mejor pedir perdón que permiso, no?)
No hay comentarios:
Publicar un comentario