sábado, 6 de marzo de 2010

La señora Mabel

A causa misma de este asunto del terremoto, con los misioneros del SSCC partimos en la mañana tempranito a repartir desayunos a los damnificados por ahí en el barrio Yungay. Después de una eterna jornada de conversar con las familias (especialmente inmigrantes) y darme cuenta de lo crítica de su situación, que trascendía mucho más allá del terremoto, después de haber jugado largo rato con los niños al pleno sol del mediodía y de haber caminado montones, por ahí en Portales con Sotomayor nos topamos con una señora que nos llamó la atención. La vimos caminando como perdida, flaca, de pelo largo y canoso, ojos verdes, con una pinta que la hacía ver incluso media loca, así que nos acercamos a ofrecerle ayuda... y nos llevamos la tremenda sorpresa al ponernos a conversar con ella. Su nombre es Mabel, tiene 81 años y vive en la calle Sotomayor hace 50. Se nos confesó "solterona", pero no pierde jamás la esperanza de encontrar un amor; comparte la casa con sus tres hermanas, una de las cuales está postrada en cama.
Sentados en la plaza nos contaba sobre sus vecinos, los Huasos de Algarrobal, sobre sus historias de juventud en la Quinta Normal, sobre sus antiguos pretendientes, anécdotas de tantos años... Nos mostró su casa construída en adobe, maltratada por los efectos del terremoto, enorme como ella sola, aunque por fuera no se veía más que una puertecita. Muebles finos pero desgastados y un ambiente fuera de esta época que te hacía volver unas cuantas décadas atrás... una maravilla!! Y verla a ella todo lo que se afanaba por limpiar y mantener su casa lo más linda posible, aunque tuviera que parchar las grietas con papel y cinta de embalaje.
Mabel además pinta. Pinta hermoso! Tenía algunas telas por ahí en su living, con paisajes que conmovían y con recuerdos de ella también, como aquella imagen que pintó de la Quinta como era cuando ella vivía allí. Algo gracioso, eso sí, es que se afanaba en regalarnos la mayor cantidad de ropa que pudiera, a lo cual nos negamos, por supuesto.
Al rato de estar sentados en sus sillones cubiertos con sábanas, para evitar la tierra suelta del adobe, sentimos abrirse la puerta y la voz de una señora casi tan vieja gritando y despotricando contra sus hermanas nos sorprendió. Parecía como una obra de teatro, me recordó algo así como "Ánimas de día claro"... pero cuando nos vio se disculpó y empezó a meternos conversa ella también, y así se la llevaron las dos un buen rato, una que hablaba de lo suyo y la otra le cambiaba el tema... al más puro estilo del teatro del absurdo, pensé. La hermana se llamaba Victoria, y era la menor.
Entre palabras y palabras el tiempo se nos pasó volando, pero prometimos volver a visitarla. Y cómo no hacerlo! Si esta mujer con pinta de loca pero con la mente más cuerda que nadie, llena de vida y con alma de joven nos cautivó totalmente... La señora Mabel es ahora para mí una amiga, es un trozo de esta ciudad llena de sorpresas.

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marcando territorio

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