miércoles, 22 de julio de 2009

El alma de mi mundo

Son las cosas que valoramos las que nos hacen encontrar nuestra identidad. Hoy son esos lugares los que me hacen reencontrarme con quien soy. Creo que estoy volviendo a mi antigua vida, donde me siento conectada con mis recuerdos, donde camino sola por la ciudad, por el mundo, viendo como la vida sigue, pensando y sintiéndolo todo. Recorrí una vez más aquellas calles que me llevan a los mejores momentos, paseé por los rincones que me devuelven a mi verdadero yo, a mi pasado, mi presente, y que me muestran un futuro. Esos edificios llenos de mística, llenos de una vida añejada y guardada, escondida, pero latente.
Siento la paz del mundo. Siento cómo la naturaleza y el valle donde estamos se comunican conmigo a través de la ciudad, que entierra sus raíces en este lugar. Siento el viento frío, veo la luz del sol de invierno, las nubes, las montañas nevadas a lo lejos, los árboles cerca, los árboles en la distancia, las construcciones antiguas, desmoronadas, impasibles al paso del tiempo pese a todo, y me doy cuenta de que el alma de este valle, su alma natural, y el alma de la ciudad, esa que ha vivido aquí desde hace quinientos años, son la misma, el alma de nuestro mundo. Mi mundo. Que el tiempo pasa, las vidas siguen, las vidas cambian, y el alma de este lugar sigue siendo la misma, y que cada vez que la invoque me traerá de vuelta a mis orígenes, a lo que soy, me devolverá la identidad y me conectará con mi historia. Mi propia historia.
Hoy me siento trascendente. Como si mi vida fuera inmune al tiempo y al espacio, como si siempre hubiera estado en el mismo lugar. Me siento regresar, me siento avanzar. Vivir, a fin de cuentas.


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marcando territorio

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