miércoles, 5 de mayo de 2010

I

No podía siquiera moverse bajo esa gruesa manta de lana que le envolvía el cuerpo. No oía nada más que el sonido de la lluvia chocando contra el cristal de su ventana y el crepitar de los maderos ardiendo en la chimenea. No olía nada más que lana húmeda y un dejo de tarta de manzana que emanaba de la cocina. No veía nada más que el fuego frente a sus ojos lamiendo los ladrillos, y el reloj que colgaba de la pared moviéndose a cada segundo, anunciando a cada instante el continuo avanzar del tiempo, lo único que parecía avanzar, siquiera moverse, en aquella abrumadora quietud.
Miró hacia el lado y vio a su hurón enroscarse plácidamente en un cojín sobre la alfombra, mientras dormía disfrutando del calor de las llamas. Tomó un libro y, luego de intentar leer un par de páginas, en vano, decidió incorporarse para ir a la cocina a tomar un pedazo de la tarta cuyo aroma la había estado tentando insistentemente. La cocina estaba fría. Cogió un trozo particularmente grande y volvió deprisa a su cómodo sitio junto a la chimenea. No le gustaban las tardes de invierno, siempre le había parecido aburrido el hecho de verse obligada a mantenerse dentro de la casa, los pasatiempos hogareños típicos de las mujeres le parecían repugnantes, y tampoco se había acostumbrado al frío. Había estado tanto tiempo lejos que había olvidado esa sensación.
El reloj seguía donde mismo, mostrándole casi burlescamente que el tiempo pasaba mucho más lento de lo que quisiera. El hurón a su lado parecía inmutable, indiferente a su situación. Llevaba días en lo mismo, mirando taciturna las llamas de la chimenea, deseando abandonar pronto aquel refugio novelesco y aquel diluvio incesante.
Casi dormitaba cuando golpearon a la puerta. Llamaron tres veces y luego un sobre se deslizó por abajo. Con gran pereza se levantó de su asiento y lo cogió, lo miró por ambos lados y lo abrió. Adentro había una sola hoja, la desdobló y la leyó: "Es la hora”. Al fin. Esbozó una sonrisa, arrugó la hoja y miró al hurón, que aún dormía. No por mucho tiempo. El viaje estaba a punto de volver a comenzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

marcando territorio

Todo lo que está escrito en este blog son pedazos chorreados de mi propia conciencia (o inconciencia) y tengo todos los derechos del mundo sobre mis palabras, ok?
Prohibido copiar, plagiar y/o imitar mi súper estilo, mis ideas o cualquiera de las huevadas que hablo, porque mis pensamientos son únicos, y al que no le guste, chabela.